viernes, 30 de diciembre de 2011

Daniela / Marcas que Marcan

La historia de mis dibujos es una historia de marcas. El primer kanji me lo hice al salir del colegio (17 años) que siempre es una etapa que marca profundamente a todo joven, donde debe tomar decisión más trascendental de su vida: Prepararse para desarrollar su talento y lo que más le gusta hacer (al menos así yo lo veo). Por suerte, yo tenía claro lo que quería desde que estaba en 8º Básico. Quería ser Publicista sin importar la opinión de nadie y sin segundas opciones.




Pero volviendo al tatuaje, tomé la decisión que sabía volvería loca a mi madre súper mega conservadora y me fui a la Feria Artesanal Santa Lucía, a un local de un tatuador mayor, que coincidentemente también era publicista, lo que le dio más “misticidad” al momento. Escogí el kanji japonés que, se suponía, representaba mi nombre (Daniela) y me lancé a la vida. Se lo pedí en la mano, pero el se negó argumentando que era una especie de código de ética de algunos tatuadotes no dibujar ni en la cara ni en las manos, ya que son tu carta de presentación para trabajos y demases y te podrían discriminar. Me pareció lógico, sin embargo en la carrera que había escogido (Redactora Creativa), mientras más “exótico” seas, mejor (lo cual es una estupidez, ya que como te veas no representa en nada el talento que tengas). No dolió tanto como esperaba, tal vez, porque me lo hice en el antebrazo. Llegué a mi casa, hice un bolso y cuando iba abriendo la puerta para salir, mi mamá me preguntó a dónde iba y le dije que al campo y… “Ahhh a propósito, me hice un tatuaje. Chao.”, se lo mostré y salí. Así que entre la impresión de que me iba sin previo aviso y el tatuaje se quedó ahí toda impresionada y no hubo tanto escándalo.


2 años después y como no hay primero sin segundo, volví a la Feria para dibujarme el signo que realmente me representaba: Un sol y una luna juntos, fusionados, que simbolizan la dualidad y la contradicción que siempre ha reinado en mi vida. De hecho la frase que me representa es: “Soy un embutido de ángel y bestia” del gran Premio Cervantes, Don Nica Parra. Esta vez mi dibujo era con colores, degradés y el kanji “Seños de los Cielo” (Dios) en el centro, en medio de toda la contradicción.


Todo fantástico hasta que volví a la Feria a pasear tiempo después y descubrí que el local del tatuador había sido CLAUSURADO. Me aterré, pensé lo peor. En medio de la paranoia me hice hasta un examen de VIH que por suerte salió negativo. Eso me enseñó que es mejor pagar un poco más por un lugar con todas las condiciones higiénicas necesarias, aunque donde me hice mis tatuajes igual abrían las agujas delante tuyo y todo eso (requisito fundamental que se debe exigir antes de tatuarse).


En fin, yo feliz con mis tatuajes que se mantienen intactos y sin necesidad de retoques a mis ahora 30 años. El único problema es que luego averigüé que el kanji nunca fue mi nombre. Por suerte, no era nada vergonzoso, sino que era el mismo “Señor de los Cielos” que tengo en el otro tatuaje.


Y como dicen que esto de los tatuajes debe ir en número impar, ya tengo decidido el tercero que será el símbolo Iluminati, “Fire” en un ambigrama (diseño de una palabra que se lee de igual forma de derecha a izquierda y de izquierda a derecha) y ahora sí en la mano. Este dibujo se ha demorado, más de lo esperado debido a una aventurilla con un tatuador, robo mediante, pero definitivamente es material para otra historia.

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